EL SENTIDO OCULTO DE LA
MASONERIA




EL SENTIDO OCULTO
DE LA MASONERÍA

Por: León Tournier Perron



La verdadera doctrina de la Masonería está claramente expuesta en los rituales originales de la Orden, bajo unos velos impenetrables a los profanos y a los espíritus superficiales.

Estos rituales han sido redactados por iniciados, por consiguiente contienen toda la substancia de la tradición primitiva. Los rituales modernos empleados por ciertas obediencias masónicas son en general compendios anodinos, son recipientes huérfanos de su contenido. Se les puede aplicar las más fantásticas interpretaciones, ya no son sino marcos anticuados en los cuales se inserta el cuadro del día; el marco mismo está deteriorado y empañado por el virus materialista y positivista.

El breve resumen que sigue indicará el sentido de la doctrina masónica a los adeptos de buena voluntad cuya mente esté orientada hacia la doctrina esotérica. Allí hallarán el hilo de Ariadna susceptible de guiarles a través del laberinto de la materia hasta las cumbres iluminadas por la Gran Luz Espiritual.

La doctrina masónica es la doctrina esotérica tradicional considerada como saber superior (Gnosis) y trascendental, opuesta a la doctrina vulgar y exotérica.

Es la Ciencia Universal opuesta a las ciencias particulares, su estudio requiere el conocimiento de estas últimas, y por esta razón, cuando un profano se presenta a la puerta del Templo, se le pide que conteste a las tres preguntas siguientes:
                  ¿Qué debe el hombre a Dios?
                  ¿Qué debe el hombre a sus semejantes?
                  ¿Qué debe el hombre a sí mismo?

Estas preguntas compendian la filosofía moral enseñada en cualquiera escuela cuyo fin sea no solamente de instruir, sino también de educar a los hombres. Por lo demás, están a la base de todas las religiones conocidas y difundidas en el mundo desde el origen de la humanidad, pues constituyen el credo de la religión natural.

Pero si la Masonería se apoya sobre estos puntos de partida, los traspasa singularmente y les da un desarrollo inesperado para los espíritus vulgares.

Vamos a concretar, para mayor brevedad, en un cuadro sinóptico las concordancias y las oposiciones de las dos doctrinas: la esotérica y la exotérica.


EXOTERISMO

ESOTERISMO

1°Uno- El Todo

(Dualismo en la creación)

(Monismo en la creación)
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Dios no manifestado – Ain-Soph
Dios manifestado y antropomorfo mundo espiritual

Dios manifestado en sí y mundo espiritual
…………………………………..

El Éter o fuego viviente
Mundo físico

Mundo físico

2° La Humanidad

Binario

Ternario
Alma

Espíritu
…………………………………..

Alma o cuerpo etéreo
Cuerpo carnal

Cuerpo carnal

3° Relación de la  Humanidad Con Dios


Culto


Sacrificios efectivos y manducación de las víctimas

Sacrificio de los instintos materiales y egoístas simbolizado por la combustión del incienso. Rito de la cena crística (fracción del pan y libación).


El culto exotérico de los pueblos civilizados ya no existe; se le substituye el rezo meramente humano, simbolizado por predicaciones morales más o menos dogmáticas que versan sobre la oposición entre Dios y la materia. Aquel cuadro indica la diferencia primordial de las dos doctrinas.

El exoterismo representa a Dios como un superhombre omnipotente quien forma el Universo visible de la nada, así como un artesano construye una máquina complicada con materiales preexistentes. Se inspira de la letra del “Fiat Lux” del Génesis y no admite transición entre lo Absoluto y lo Contingente.

Este último, en la doctrina exotérica, es el resultado de una Voluntad Divina que puede uno suponer arbitraria, pues no se ve el lazo racional entre uno y otro. Por consiguiente, la teoría dualista está erigida en dogma sin sostén, no se divisa un camino posible hacia la Gran Síntesis de la Unidad.

El esoterismo, al contrario, considera a Dios como inaccesible en su ipseidad y lo ubica netamente, según la norma racional, fuera de sus manifestaciones visibles e invisibles. Concibe la manifestación interna del Ser de los Seres y el Universo como una emanación de las modalidades divinas. No hay dualidad u Oposición, hay unidad.

Dios no es el sostén arbitrario del mundo, es su fuente; no es tan sólo causa eficiente, es una raíz radical, pues da su ser y su vida propia al manifestar, fuera de su esencia íntima, el fuego viviente de su substancia. El mundo físico no es una creación ex nihilo, es la concreción del fuego expansivo, provocada por actividades particulares, con tendencia centrífuga.

Aquí los cabalistas encuentran la transición racionalmente graduada de la escala sefirótica. El Absoluto se insinúa por inmanencia en el ser contingente, éste ya no es un producto adventicio del Ser universal.

Ciertos medios dogmáticos que no han sondeado jamás esta doctrina, la asimilan al panteísmo integral y la tildan de panteísmo emanatista. Es un error grosero y voluntario. El panteísmo, como el dualismo, son facetas de la Suprema verdad; ciertos espíritus se paran ante ellas, así como un niño queda contemplando un hermoso color disociado por el prisma, sin pensar que tras este color, hay un todo simbolizado por la luz blanca. Lo mismo ocurre con esta doctrina, los que saben no necesitan comentarios adicionales.

En cuanto al hombre, está constituido de un lado, por dos elementos (siempre la dualidad) irreductibles, sin nexo ni parentela, cuya unión ilógica es inexplicable; del otro lado, se encuentra un mediador plástico, cuya presencia esencial nos muestra que el hombre, este microcosmos, es realmente la representación del macrocosmos.

Estas grandes verdades eran antaño el patrimonio de los reyes pontífices, amos de los imperios y de las naciones, y por eso, la Masonería que las conserva todavía, se llama el Real Secreto.

     La enseñanza esotérica no puede revelarse a los adeptos en una sola palabra, es decir en un solo grado, por eso, la Masonería es una iniciación, es una institución progresiva. Es semejante a una escalera de la cual, a cada peldaño, se descubre un nuevo horizonte más sintético, a los que están subiendo. Al principio, el horizonte está limitado, la vista abarca solamente los objetos cercanos, los que adhieren, por decirlo así, al hombre mismo. A medida que se asciende, la visión se extiende, la verdad se amplifica y llega un día en que se alcanza la totalidad de los conocimientos compatibles con nuestra inteligencia humana. Entonces el iniciado es perfecto, llegó hasta la piedra cúbica sobre la cual descansa otra escalera, la de Jacob, cuyos peldaños, casi infinitos, se pierden en el seno de Ain-Soph, fuente inaccesible de la luz viviente.

Cada grado masónico es una etapa sobre el camino de la Gnosis. Cada uno prepara para el siguiente; el inferior contiene el superior en germen, pero deja extendido sobre éste un misterio que puede ser desentrañado por un esfuerzo personal, perseverante y eficaz. Cada uno de estos misterios es más alto y más difícil de alcanzar, es preciso que con el tiempo la vista se acostumbre a la luz y que se tenga una aptitud suficiente para asimilársela. Por eso se adapta el campo visual de los adeptos proporcionalmente a su facultad de realización.

La Masonería abarca pues primero los pequeños misterios, antes de proporcionar los grandes, conforme con el método empleado por todas las iniciaciones antiguas.

Vamos a estudiar los grados característicos de los pequeños misterios masónicos y dar lo principal de la doctrina encubierta bajo sus símbolos distintivos, advirtiendo a los masones de tener presente que la verdad aquí expuesta es solamente una parte de la verdad. Es la base necesaria a la construcción del Templo, pero para edificarlo se necesita algo más.

LA DOCTRINA DE LOS PEQUEÑOS MISTERIOS.

La Masonería simbólica o azul tiene tres grados: Aprendiz, Compañero y Maestro.

Los dos primeros son preparatorios y constituyen un aprendizaje completo, es decir el estudio teórico y práctico de las herramientas y de los materiales necesarios a los obreros especializados.

En cuanto al tercero, representa la base misma de la Orden, pues, gracias a un conocimiento efectivo, es posible aprovechar todas las fuerzas materiales para conquistar la espiritualidad.

El Maestro Masón es la célula constitutiva, la piedra pulida que debe servir a la construcción del Templo.

Al trasponer estas ideas en el terreno de las ideas, veremos sin ambigüedad posible, que la Masonería azul es la doctrina esotérica aplicada a la cuestión social.

El grado de Aprendiz tiene por objeto el hombre en la naturaleza.
El Compañero es el hombre considerado en sí. Tiene por divisa la de Sócrates: Conócete a ti mismo.

Veamos cuál es el sentido profundo de estas dos definiciones.
   
PRIMER GRADO PREPARATORIO - APRENDIZ.

Un hombre de buena voluntad quiere salir del cenagal terrestre, cueste lo que cueste, y golpea a la puerta del Templo para pedir el camino de la Luz.

Está casi desnudo, cargado de cadenas, una venda opaca cubre sus ojos. ¿Por qué? – Porque es verdaderamente el hombre degenerado. Ha perdido la vestimenta espiritual que lo cubría antaño de un como manto de gloria, tan sólo le quedan harapos. Está aherrojado por pasiones que lo hacen esclavo de las pasiones terrestres, de las fuerzas del abismo caótico. A través de las brumas materiales, ya no ve la luz. La tierra, el agua, el aire, el fuego subterráneo, poderes oscuros, remedos siniestros de los elementos etéreos lo tienen sepultado como en una bóveda funeraria. En su seno hierve la vida material, imitación de la vida espiritual.

Para penetrar en el Mundo de la luz, es preciso que rompa los lazos que lo atan a las fuerzas destructoras, es preciso que venza el mal mediante una lucha titánica. Para ello dispone de un arma única: su voluntad, pues el hombre, después de su caída, ha conservado, de sus prerrogativas espirituales, tan sólo su voluntad que le permitirá volver a su lugar de origen, si así lo desea.

Es preciso vencer. Entonces, el impetrante está llevado dentro de la tierra, en el mundo de los muertos, en medio de osamentas y restos de ataúdes. Allí debe encarar resueltamente el porvenir y resolverse a seguir una vida nueva; como Lázaro, debe salir de la tumba al llamado de la Luz viviente. Si es valeroso y acude al llamado, ha vencido la tierra y el Príncipe de este mundo.

Sale pues del reino de los muertos y se encamina hacia la Luz. Pero antes de contemplarla, debe pasar por pruebas y purificaciones sucesivas.

Recibirá primero el bautismo de agua. El agua borra las máculas materiales del cuerpo, limpia de veras, pues no se trata aquí del agua ordinaria que se encuentra en todas  partes en la naturaleza y que lleva consigo todos los limos y el barro de sus playas, sino del agua primordial sin mezcla, antaño fecundada por el Espíritu de Dios.

Las vicisitudes cambian después y se hacen más sutiles. Penetra en el reino del aire. Allí recibe el bautismo etéreo, siente el contacto de un ligero velo, es el primer velo del fuego sagrado, ha vencido los poderes elementales de la capa atmosférica.

Por fin pasa por la última prueba; recibe el bautismo de fuego. Entonces está verdaderamente purificado, armado para una vida nueva.

Ninguna purificación puede hacerse sin la acción del fuego; la palabra purificación tiene como raíz el vocablo griego pur (pur) que significa fuego.

Innumerables son los masones que ignoran estas cosas. A menudo hacen befa de ellas, considerándolas como una mascarada buena para impresionar al novicio, o como un manto de arlequín que cubre la profunda ignorancia de pensamiento de los fundadores de la Orden.

¿Han reflexionado un solo instante sobre el sentido de estos símbolos? ¿Han buscado la realidad encubierta por el ritual? Jamás. Los que querrán hacerlo juzgarán de una manera distinta y es lo esencial.

Así pues, el neófito ha vencido los cuatro elementos constitutivos del mundo visible; los dominó al atravesaros valerosamente y se ha hecho digno de contemplar la Luz.

Entonces se enseña al Aprendiz el bosquejo de la obra a la cual ofreció colaborar voluntariamente.

Desde luego se le presenta un cuadro sucinto del medio social donde vive. Ve sus defectos y también los recursos que puede sacar de allí para su mejoramiento personal y el de sus hermanos.

Es urgente e indispensable que se desprenda de los prejuicios, de las supersticiones, de las pasiones materiales; es preciso luchar contra las dificultades y las miserias de la vida, y aprontarse para domar el mal bajo cualquiera forma que sea.

Se le conduce paso a paso hasta el término del grado: trabaja sin tregua para conquistar la virtud (fuerza espiritual), ejercita continuamente la voluntad en pro del bien. Este trabajo se asimila al del aprendiz picapedrero, quien, con el mazo y el cincel desbasta afanosamente la piedra bruta, pues, en la construcción del edificio social, sobre cuya base debe edificarse la Masonería iniciática, el hombre de buena voluntad es a la vez el obrero y la piedra misma del Templo.

Tal es el grado de Aprendiz.

SEGUNDO GRADO PREPARATORIO


El grado de Aprendiz trató de hacer del neófito un hombre verdaderamente consciente de sus posibilidades y, por decirlo así, lo extrajo de su ganga material.

El grado de Compañero va a proseguir esta tarea y facilitar la expansión de las facultades reveladas al Aprendiz, dándole la oportunidad de emplearse eficazmente.

Este grado contiene pues dos enseñanzas distintas pero correlativas. La primera teórica, tiene por objeto el análisis del ser humano; la segunda es práctica y resuelve en trabajo efectivo los conocimientos especulativos.

Como ya lo hemos dicho, la divisa del Compañero es la de Sócrates: Conócete a ti mismo. Para conocerse, es preciso analizarse, disecarse.

A primera vista, el hombre es un compuesto orgánico cuyas partes íntimamente ligadas y solidarias son perfectamente homogéneas. Este compuesto está sumido en un medio que, en su diversidad aparente, corresponde punto por punto a su constitución interna.
El hombre obra sobre el medio ambiente, y éste reacciona sobre el hombre. En efecto, el hombre recibe impresiones del mundo exterior por medio de los sentidos. Cada uno se compone de un órgano receptor y de un centro nervioso. Hay cinco sentidos:

El Tacto, cuyo órgano es la piel.
El Gusto, que tiene su asiento en la lengua.
El Olfato, cuyo órgano es la nariz.
El Oído, del cual la oreja es el vehículo visible.

Los sentidos son ventanas a través de las cuales el hombre ve, y juzga el mundo exterior. ¿Pero son absolutamente esenciales para comunicar con el exterior? Durante mucho tiempo eso fue un artículo de fe para una gran mayoría de los hombres. Sin embargo, en el sonambulismo y en diferentes estados hipnóticos, fenómenos de todos conocidos hoy día, los sentidos son inactivos, de donde resulta que debemos deducir que los sentidos materiales son adminículos, aparatos de reforzamiento o de condensación, que la verdadera sensibilidad se encuentra en el aura o cuerpo etéreo por el cual son vivificados, el cual abandona momentáneamente el cuerpo durante las manifestaciones fenomenales de las cuales acabamos de hablar. Así queda confirmada la composición ternaria del hombre expuesta anteriormente.

Según esto, los cinco sentidos no residen en el sostén visible sino en las corrientes centrípetas del cuerpo etéreo y son las corrientes centrífugas de este mismo cuerpo que determinan los movimientos que efectuamos en el medio dentro del cual estamos sumidos.

El hombre verdadero no es pues ese animal visible que vemos agitarse, reside esencialmente en la fuerza voluntaria, inteligente y vital que se manifiesta mediante el cuerpo etéreo o ígneo aprisionado en su cuerpo carnal.

Este hombre está representado de una manera simbólica, inteligible solamente a los iniciados, por el pentagrama de fuego, por la estrella flamígera de cinco puntas.

El ser humano no es meramente una fuerza voluntaria, es también una fuerza creadora. El hombre engendra ideas que se resuelven en pensamientos, los cuales se traducen por discursos, escritos y obras de arte.

Esta parte intelectual del hombre se manifiesta de varias maneras, según el objeto o el fin perseguido.

En las ciencias, son las matemáticas, la física, la biología, la sociología; en las bellas artes, son la arquitectura, la escultura, la pintura, la música; en las letras, son la gramática, la lógica, la retórica, la poesía, la filosofía.

Los hombres que han enseñado y difundido estos conocimientos son Genios, son generadores, han realizado el pensamiento humano bajo una forma apta para que sea asimilada por todos.

Por esta razón, en el centro del pentagrama, se ha inscrito la letra G, letra que en varios idiomas, es la primera de la palabra Dios. Indica claramente que tras ese símbolo luminoso, se oculta un Poder Generador Universal, el Ser Supremo conocido en la ciencia masónica con el nombre de Grande Arquitecto de los Mundos.

Para trabajar eficazmente en el plano fisiológico, es preciso que el organismo alcance toda la perfectibilidad deseable; para trabajar sobre el plano intelectual y sobre el plano espiritual, es preciso que el espíritu adquiera toda la agudeza necesaria; el hombre debe pues dedicarse sin descanso al estudio de las ciencias, de las artes y de las letras, y mantener su cuerpo carnal en el mejor estado posible mediante una higiene constante. Estudiará pues los medios de realización inventados por los genios de antaño. Se familiarizará con las ciencias, las bellas artes y las letras, paulatinamente se irá acercando al pináculo del conocimiento humano que le permitirá efectuar nuevas obras y nuevos medios de adelanto para él mismo y para sus hermanos.

Así pues el Compañero debe seguir puliendo la piedra que ha desbastado siendo Aprendiz, empleando para ello los instrumentos y los métodos que le han sido confiados, utilizando la regla, la escuadra y el compás.

Dará entonces necesariamente, a la piedra, la forma precisa que conviene, lo que permitirá al edificio social de alzarse como obra maestra en el seno del caos de los apetitos individuales.

Así han trabajado los genios cuyos nombres han sido inscritos por la posteridad, sobre las paredes del Templo.
Tal es el grado de Compañero

GRADO BÁSICO – LA MAESTRÍA –

La Maestría tiene varios grados, tres o cuatro según los Ritos, pero el principal, el que contiene en germen todos los demás es el Grado de Maestro Masón.

El Aprendiz ha vencido los elementos groseros y entró en contacto con los elementos reales, es decir con la verdadera naturaleza.

El Compañero se analizó hasta el fondo de su ser, y cuando se halló frente a su ser esencial, lo ha desarrollado y plasmado hasta transformarlo en un poder de realización.

Al Maestro le toca la aplicación racional de la Gran Ley de las alternativas, de los retornos cíclicos dentro de los cuales se desarrolla el universo visible: el verano y el invierno, el día y la noche, la vida y la muerte, la luz y las tinieblas del espíritu, es decir la ciencia y la ignorancia.

Esta ley es la clave de la vida humana, el hilo de Ariadna que permite atravesar, sin equivocación, el complicado laberinto de las series fenomenales caóticas  que constituyen el mundo material. Está simbolizada, en la Cámara del Medio, por las colgaduras negras que cubren las paredes del Templo durante la primera parte de la recepción de Maestro; por las colgaduras verdes en la segunda y por el alumbrado de la sala, ora brillantemente iluminada, ora casi obscura.

Esta ley primordial se ofrece al candidato mediante la leyenda de la muerte de un hombre de genio. Es Irma de Tiro, el constructor del Templo de Salomón en los ritos que siguen la tradición primitiva; Osiris o Min-Adam, el constructor de la ciudad del medio o de la ciudad celeste.

Este Hiram representa también al Ymer escandinavo, el Yma de Zoroastro y el Yama de los Vedas. Es el hombre universal, es un hijo de Dios encargado de perpetuar la raza divina sobre la tierra y de transmitirle los principios civilizadores que el espíritu lleva en sí con la razón ilustrada por la Verdad. Este hombre trascendente, este genio fue muerto, como más tarde Orfeo, Sócrates y Jesús el nazareno por la fuerza ciega de la materia y de la ignorancia.

A todos estos genios desconocidos, antes de suprimirlos, se les hizo la misma pregunta: ¿Qué es la verdad? Pero ninguno de los asesinos esperó la contestación. Sólo los que han comprendido el espíritu de estos grandes muertos han sondeado la cuestión con el deseo de resolverla y han encontrado efectivamente la solución. Aquí interviene la ley de las alternativas.

La muerte sucede a la vida, pero la vida sucede a la muerte. Hiram volverá a nacer en a persona de sus discípulos, así como Osiris ha resucitado en su hijo Horo y Jesús ha resucitado en el Cristo Glorioso. Todos los muertos levantarán su losa sepulcral para renacer ellos también a la luz, después de haber atravesado las tinieblas de la tumba.

El reino celeste de la ciudad del medio, destruido por Sat-Tifón será regenerado; el Templo de Salomón arrasado por los persas y los romanos será edificado de nuevo y las antiguas sociedades aniquiladas por los bárbaros del Norte y del Sur florecerán otra vez sobre las ruinas amontonadas. Tal es la arraigada esperanza de la Humanidad. Siempre sacudida y oprimida, se endereza nuevamente más fuerte y más alegre después de cada catástrofe.

El símbolo de la supervivencia, y por ende de la ley de retorno, está indicado al Maestro Masón por la rama de acacia, pues más que ningún árbol, la acacia es sensible a la aparición a la desaparición de la luz. Cuando el sol se pone, las hojas se inclinan y se doblan como para dormir; a la aurora, se enderezan y despiertan.

Se dice que una rama de acacia fue plantada sobre la tumba de Hiram como símbolo de resurrección, y es sobre una cruz de acacia que murió I.N.R.I. para significar que la muerte sería seguida por una nueva vida en el Reino Celeste.

Más tarde, cuando el Maestro Masón habrá recorrido otras etapas, sabrá que el fuego dormita bajo la corteza de la acacia y que sale de allí para manifestarse bajo la forma de la estrella flamígera. Por lo tanto, cuando exclama: la acacia me es conocida, no expresa una niñería como lo pretenden los profanos ignorantes, quiere decir: conozco la ley del retorno, por eso espero en el porvenir.

La rama de acacia es la rama de oro de los iniciados.
Tal es brevemente compendiado el grado de Maestro, base esencial de la Masonería iniciática.  



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